Transgresores del amor.
Son artistas. Transgresores del amor. No tienen límites, no tienen prejuicios. Ella se contagia de esa filosofía, y se preocupa porque le atrae de una forma oscura. Y mientras me lo cuenta, yo me la imagino con su melena negra como las crines de un caballo, su flequillo alborotado, fumándose un pitillo mientras habla con Pierre, su profesor de escultura en una sala de yeso, eco y hierro, y grandes ventanales de fábrica, gesticulando con sus ojos expresivos, abiertos como una ventana en verano y mordiéndose el labio inferior. En otra época, en otra ciudad. París, 1968, llena de revolución, sensualidad, arte, misterio y sofisticación.
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