La Llamada del Día Después (L.D.D.).
No hay mejor cosa que la Llamada del Día Después. Sí, ese gran momento del día en el que te sueles encontrar en pésimas condiciones físicas enterrada bajo el nórdico, con el rimel y la raya del ojo invadiendo partes de tu cara que no deberían, una mezcla a cenicero y Gin Tonic con reminiscencias a Issey de Miyake y decides llamar a tus amigas para comentar la noche anterior.
Es verdaderamente deleitable escuchar las diferentes versiones sobre un mismo hecho en concreto, los razonamientos profundos acerca de una situación y las conclusiones certeras dignas de una tesis de sociología. Si tus amigas tienen el día sembrado, entonces la conversación se convierte en algo parecido a un monólogo de Nuevos Cómicos y ésta va adquiriendo un tono cada vez más 'hijoputesco'.
Anécdotas como "pues es que al final, hubo un momento en el que el amigo me dijo, a ver, dime cuántos tíos te han entrado esta noche...y yo le dije...pues ninguno, no tengo exito, y me dijo que no se lo creía, me quitó el cigarro, lo tiró hacia atrás y me fue a entrar en plan arrebato de Don Juan. Y yo fingí que me caía y una tía me tiró toda su copa en la cabeza. ¡Pero es que el tío se pensaba que estaba en una peli o qué!" ó "Bueno, yo no entiendo cómo las tías pueden ir con esos zapatos de Zara de 18 centímetros tan maravillosos y no son capaces de quitarles la pegatina naranja de la suela. ¿Acaso no cortan la etiqueta antes de salir a la calle? Coño, pues lo de la pegatina es una parte más del proceso. Es intolerable.", son dignas de anotar.
A mí, éstas conversaciones me alimentan, me llenan de energía, me hacen sonreir hasta que me duele la cara y sobre todo, me hacen querer un poco más a mis amigas cuando les contagio un poco de mi sana perversidad.
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