No soy una moderna, soy cinéfila.


Los cines Renoir me parecen la leche. Es que me gusta hasta el logo, fíjate. Soy fan de sus salas pequeñas y de las butacas de color rojo púrpura de terciopelo que le dan un rollo cabaretero muy Marlene Dietrich. Y como me gusta ser la primera en todo, aquí las pelis se estrenan antes en V.O.S que dobladas en el resto de cines. Así cuando tus amigos preguntan, tú das tu opinión de experta y quedas mejor que Garci.
Tirar de la puerta, desabrocharte el abrigo, deleitarte con el olor de las palomitas, quedarte embobada mirando los DVDs que venden al lado de la ventanilla de las entradas y elegir la peli con Pete, Atenuantes, Fabra o con tu ligue de turno es como estar dentro de una peli de Woody Allen, y eso me emociona.
Además, luego sales del cine y hay un Starbucks al lado o la tienda Ocho Y medio en la calle Martín de los Heros con libros y merchandising de cine.
Y si quieres terminar el plan por todo lo alto, el submundo de Plaza de España, para quien no haya estado nunca, impresiona. El "restaurante chino verdadero" es un local diminuto al puro estilo Blade Runner de lo más pintoresco donde van a comer los chinos de verdad. Tienen sólo seis mesas y en la tele que cuelga de una esquina junto a una maceta siempre echan un programa de karaoke chino. La comida es auténtica, es muy barato y te pones como el kiko.

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