Lucía y el frío.
Las 21:30 y mi séptimo té. Y no hay manera. No entro en calor. Odio el frío y me encanta a la vez. Tenemos una relación de amor odio. Lucía y el frío, siempre en guerra. A veces que sí, sobre todo cuando miro por la ventana y caen las hojas de color rojo o amarillo al jardín y los últimos rayos del sol de la tarde se vuelven pálidos, gélidos, y noto el calor del radiador en mis rodillas. A veces que no, cuando los días se quedan cortos o se hacen demasiado largos porque no tienes a nadie al lado para darte un abrazo, cogerte de los pies cadavéricos, leer en silencio o dormir con la cabeza en sus muslos, y deseas compartir una canción que se repite como un bucle en tu cabeza o una buena peli de Woody Allen.
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