24 horas


Ella estaba sentada en una butaca enana que parecía sacada de la casita de Blancanieves y los siete enanitos. Era perfecta para ella, excepto porque estaba rota. Había dormido tres horas y media pero se sentía descansada y despierta. Y él, con una sudadera, sin camiseta debajo y unos calzonzillos rotos barría su habitación por primera vez en meses. Sonaba 'Love Spreads' de The Stone Roses y hacía esparajismos imitando a  Mick Jagger agarrando el palo de la escoba como si fuese su micro y cantando a voces. Ella le miraba negando con la cabeza, pero en el fondo estaba fascinada con la forma en que se agarraba de su pelo aleonado y de sus locos ojos. No habían hecho nada extraordinario la noche anterior, hablar de letras de canciones, comentar las fotos de su libro de Hippies preferido, escuchar a Pink Floyd, The Who o The Velvet Underground, hablar de ellos mismos y de su pasado, reir y conocerse muy lentamente. Él la cogió de la mano para que bailara esa canción con él y compartieron un pitillo debajo de la ventana abierta de la buhardilla. Uno en frente del otro se volvieron a mirar a los ojos y él le dijo "24 horas contigo, como una vida".

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