Y la lluvia secó las heridas
Y la lluvia secó las heridas.
Como el peor golpe, un día, nos fue arrebatado. Una parte de nosotros viajó con él, lejos, sin retorno.Solos, desubicados, nos encontramos en una noche de luto que no había nada que perder. Una canción, una mirada cómplice de dolor. Llovía al salir del bar de madrugada, me agarraste de la mano y echamos a correr. Un reloj sin agujas, la mente en blanco, el corazón lava y el placer de la insensatez. Nos detuvimos cuando el corazón se nos escapaba por la boca y nos dimos cuenta de que habíamos huido de nosotros mismos y sólo nos quedaba el momento.Empapados luchamos contra la cobardía y perdimos el control en el consuelo. Me arrancaste un beso con fuerza. Nos volvimos a mirar sin vernos. Los coches eran flashes y las sirenas habían ensordecido. Buscamos el color sobre el asfalto gris e hicimos el amor sin pedir nada a cambio ¿Y qué importaba? Si estábamos muertos y sólo queríamos volver a nacer. No hay vergüenza cuando las entrañas rugen de impotencia. No hay culpa cuando el alma está desaparecida. Sólo importa el ahora, el aliento saturado, el calor del frío, la electricidad del roce, la grandeza de dos cuerpos insignificantes, la música del silencio. Y así la lluvia secó nuestras heridas. Y el amor que teníamos por él, nos unió más allá de la muerte.
A tí, J.A.R
Como el peor golpe, un día, nos fue arrebatado. Una parte de nosotros viajó con él, lejos, sin retorno.Solos, desubicados, nos encontramos en una noche de luto que no había nada que perder. Una canción, una mirada cómplice de dolor. Llovía al salir del bar de madrugada, me agarraste de la mano y echamos a correr. Un reloj sin agujas, la mente en blanco, el corazón lava y el placer de la insensatez. Nos detuvimos cuando el corazón se nos escapaba por la boca y nos dimos cuenta de que habíamos huido de nosotros mismos y sólo nos quedaba el momento.Empapados luchamos contra la cobardía y perdimos el control en el consuelo. Me arrancaste un beso con fuerza. Nos volvimos a mirar sin vernos. Los coches eran flashes y las sirenas habían ensordecido. Buscamos el color sobre el asfalto gris e hicimos el amor sin pedir nada a cambio ¿Y qué importaba? Si estábamos muertos y sólo queríamos volver a nacer. No hay vergüenza cuando las entrañas rugen de impotencia. No hay culpa cuando el alma está desaparecida. Sólo importa el ahora, el aliento saturado, el calor del frío, la electricidad del roce, la grandeza de dos cuerpos insignificantes, la música del silencio. Y así la lluvia secó nuestras heridas. Y el amor que teníamos por él, nos unió más allá de la muerte.
A tí, J.A.R
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