Desde lo alto de mi buhardilla en Malasaña. Parte 1.



Estrenando wifi en mi casita de muñecas, igual que unas nuevas piernas, más ágiles, para subir los 8 tramos de escaleras hasta mi buhardilla y un corazón de corredor de maratón.

Mi padre, que tiene más razón que un santo, dice que mi barrio es de todos, y que todos los días son viernes. Y yo estoy encantada de formar parte de lo que Malasaña es para Madrid lo que el barrio de Williamsburg, Brooklyn es para Nueva York. Además de ser de todos, también lo tiene todo. Desde las tiendas vintage de la calle Velarde como Magpie, Biba Vintage, La Mona Checa hasta los señores bares de toda la vida como el Ardosa o Casa Camacho famosos por sus vituallas sibaríticas como el pincho de tortilla y el vermuth de grifo, que conviven en paz y armonía con los cafés más cucos y novedosos como El Rincón, Lolina Vintage, o La Realidad que reúnen al moderneo-boho-chic más puro. Eso cuando no están todos sentados en la Plaza de San Ildefonso rodeados por bandadas de chinos que revolotean sobre sus círculos, ofreciendo cerveza fría a un Euro para acompañar las archiconocidas porciones de pizza de la Vitta é Bella. Malasaña tiene mucho más, pero eso ya queda para futuras entradas.

Los tejadillos.
Teléfono Rojo volamos hacia Moscú.
Coffee & Tv.
Revistas a mano.
Gatetes de Portonovo.
Vigas, el faro y tarros.
Cojines post siesta.
Leer mola.

Comentarios

  1. Lu! no sabía que estabas independizada! me mola tu rollo! tas ido con tu chico? :**
    Leyre

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